sábado, 10 de julio de 2010


Era un día más.
Solamente.

La espera, básicamente.
Su existencia se reduce a eso.


Dejando que la lenta sucesión de los días
apremie la llegada de lo inesperado
por la conciencia.

El agua fría, un cálido consuelo para los músculos agarrotados, acariciaba su piel como si fuera de terciopelo, o seda china.
Dulce compañera de tardes eternas, de ocasos imposibles.

Cuando llegue la hora
Solo bastara con caminar un poco
Y dejarse llevar.

Hacia el horizonte.